Así como la Iglesia Cristiana Primitiva nació con un instinto misionero, la Iglesia de Cristo Misionera (ICM), que hoy se encuentra en distintos puntos del planeta, sabe que es un instrumento de Dios para alcanzar almas para Cristo. Sin lugar a dudas, las misiones son la razón de ser de este Concilio. Esta Organización se toma muy en serio las palabras del Señor Jesucristo: “Por tanto, id y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo; enseñandoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mateo 28: 19-20)
Muchos hombre y mujeres de esta misión han ofrendado su dinero, talento y hasta sus vidas, en un esfuerzo sincero, que ha logrado que este evangelio glorioso fluya por muchos lugares del mundo. “Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra” (Hechos 1:8)
Se espera de todos los componentes de esta Organización una actitud reverente y conservadora, basada en una cristología seria, que no se deja mover por cualquier viento de doctrina y mucho menos por las herejías que elementos corruptos pretenden introducir encubiertamente para corromper las organizaciones cristianas.
También nos reafirmamos en nuestros principios y valores, así como en nuestro compromiso de servir a Dios y al prójimo. Sabemos que nada podrá detenernos hasta que Cristo venga.
Nucan hemos olvidado que al ser fieles, nuestra victoria institucional e individual está garantizada por Dios. El Señor dijo, “Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que habitan sobre la tierra” (Apocalipsis 3:10)
A través de estos años, hemos vivido confiado en Dios y dependiendo del Espíritu Santo, y no de nuestras fuerzas o capacidades intelectuales. La Biblia nos enseña a trabajar para el Altísimo, “No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos” (Zacarías 4:6)